domingo, 27 de marzo de 2011

Capítulo 5

No era un bulto muy grande, ni pesado, en realidad no supe de que se trataba hasta que lo saqué de la funda de tela en que venía envuelto. Era un manojo de cartas, antiguas, tanto que incluso el propio sobre, blanco en su tiempo, lucía ahora un tono amarillento.
Escrito en la parte delantera había unas iniciales B.J y junto a ellas, dibujado finamente, una rosa negra. Esto se repetía en todas ellas.
Que extraño... ¿quién dejaría aquellas cartas allí? y... ¿Cuánto tiempo llevarían guardadas en aquel cajón?
La fuerza de la imaginación me inundó, ella siempre tan despierta en mi comenzó a juguetear con cientos de posibilidades, desde las historias mas bellas a las penurias más absolutas, sonrisas y lagrimas derramadas por sus autores. Secretos desvelados en aquellas hojas, los sentimientos mas ocultos del alma...
Si, era el momento, tenía que leerlas, no me podía permitir seguir mas tiempo con la incertidumbre, temía el, tal vez, llevarme una desilusión, a lo mejor simplemente eran facturas, o nada que valiese la pena, pero... ¿que más daba? Allí las tenía y solo descubriría que decían si las leía.
Abrí la primera del montón, tenía fecha del seis de Noviembre de 1985. Las primeras lineas ya me decían un poco de que tratarían aquellas cartas.
Doy gracias al cielo por este día, a pesar de que la distancia no debería ser un problema para nosotros, te siento tan distante... tan lejana...”
Una sonrisa nació en las comisura de mi boca, tal como había imaginado aquellas cartas tenían toda la pinta de ser cartas de un joven a una muchacha, y no de amigos precisamente...
Quería seguir leyendo pero llamaron a mi puerta. Guardé las cartas en mi mesilla de noche, no quería decirle nada a María de las existencia de aquellas cartas, se que estaba en todo derecho de verlas pero, no tenía muy claro que pudiese seguir conservándolas una vez las viese.

-Pasa María.
-Buenos días niña... no te vi hoy por el hostal ni por la taberna, fuiste a dar una vuelta ¿no?
-Sí, la verdad es que estuve buscando trabajo, creo que he encontrado algo pero... no sabre nada hasta que me llamen, si es que lo hacen claro.
-¡Oh! Eso es una buena noticia entonces, quiere decir que te quedas ¿no?
-En realidad, aun no lo tengo muy claro, la verdad es que el puesto que he solicitado es temporal, para ayudar en un trabajo en el archivo pero, no se aún muy bien cuanto me quedaré, de momento indefinidamente, puedes contar con mi alquiler algo de tiempo mas.
Aquella mujer era una de las mejores que me había encontrado nunca, normalmente me costaba confiar en la gente, mi vida la sabía yo y nadie más y no salía mostrar mis sentimientos, ni mis dudas, ni mis alegrías ni mis penas, los palos que me había dado la vida me lo habían enseñado, no se puede confiar en cualquier persona, tus sentimientos son tuyos y de nadie más, nadie tiene porque llorar por tus penas, ni compadecerse. Pero... aquella mujer era diferente, me lo había demostrado en los pocos días que llevaba allí.
La conversación no duró mucho más tiempo, pero la hora se me había echado encima y, aunque no tuviese un horario fijo, tenía que empezar a llevar un ritmo de vida normal, el de una persona productiva, dormir a mis horas, comer a mis horas... María me acompañó a la taberna. Menú del día, como siempre. Comer, charlar un poco con Andrés, reírme y conversar con los señores que que se reunían diariamente en la taberna, aquellos que se pasaban el día jugando a las cartas.
-Arito has hecho trampas lo se, o eso o has repartido mal porque no es normal que ganes tres seguidas.
-¡Que dices Pepe! Si eres malo a este juego no es mi culpa.
-Pepe tiene razón, con lo malo que eres a este tipo de juegos... no intentes engañarnos.
-Por mi madre, que en su lecho bien descanse, que no hago tal cosa. De verdad Tomás me indigna que digáis eso de mi.
-Venga venga hombre no se ofenda usted, pero la siguiente tanda la reparto yo.
Yo me mantenía hoy al margen, normalmente conversaba con ellos, me reía, incluso había jugado mas de alguna vez con ellos pero... en esta ocasión prefería dedicar ese tiempo a meditar. Aunque había decidido que sería mejor dejarlo para otro momento, mi mente no dejaba de recordar aquel manojo de cartas, me moría de ganas por leerlas, mi mente aun seguía creando historias perdidas, quien sabe si alguna de ellas coincidiese con la real. Un chispazo cruzó por mi mente, ¡aquello era perfecto! Aunque me quedaba por confirmar la valía de aquellos papeles, tal vez me fuesen útiles. ¿Miles de historias? No, tan solo una, esa una que pensaba utilizar. Pero, ¿que mejor forma de utilizarla sería que sabiendo la verdad? Sí, la verdad más absoluta, aquella que solo se puede confesar, relatar en papel, cantarse... aquella que sale del corazón, la única verdad que vale del todo la pena.

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