Caminaba apurada por las calles, no tenía prisa, pero tampoco quería pasar el día deambulando sin rumbo, era hora de poner las cosas claras, no podía seguir manteniendo me con mis ahorros, bueno, poder podría, pero no me servía de nada pasarme allí el día, mirando por la ventana del bar, o paseando por las callejuelas, o yendo me a mirar el océano al puerto, todo aquel tiempo había estado muy bien, me había ayudado a poner muchas cosas en claro y a tomar una decisión, me quedaría allí, tal vez poco tiempo, pero mientras tanto, a parte de escribir mi historia, y huir de mis editores, tendría que trabajar, no sabía de que, mis estudios no parecían poder servir de mucho en aquel mundo, pero algo encontraría.
-¡Perdón!- me había vuelto a chocar, un día de estos tendría que aprender a mirar por donde caminaba. Levanté la vista y avergonzada volví a disculparme por segunda vez consecutiva, ante mi tenía a Miguel, pero... no estaba solo, junto a él había un chico, algo más bajo que el, rubio, de piel no excesivamente bronceada, de ojos verdes, realmente guapo.
-¿Por qué cada vez que nos encontramos tienes que atentar contra mi?
-Perdón, no miraba por donde iba.
-Ya me dí cuenta...
-¡Miguel! No seas así.- esta vez el que intervino era su amigo.- Siempre con tu mal humor... No le hagas mucho caso, este chico es un cascarrabias.- esta vez se dirigía a mi mirándome con aquellos ojos, sonriendo... - Por cierto, soy Ismael, encantado.- dijo tendiéndome una mano.
-Lucía, encantada, veo que tu amigo no te ha contagiado su desagradable mal humor.- dije mirando de reojo a Miguel, que fingió no haberme escuchado, mientras que su amigo reía a carcajada limpia.
-Bueno señorita, y... ¿a donde iba usted?
-Pues estaba pensando en ir a buscar un trabajo, no puedo seguir estando sin hacer nada.
-¡Ah! Pues te has chocado con las personas adecuadas, yo trabajo en el puerto, y Miguel, como ya sabes en la taberna, nos solemos enterar de ese tipo de cosas. ¿En qué tipo de trabajo estabas pensando?
-Pues... no tenía nada en mente pero... tengo estudios de Filología.
-Una universitaria... pues... creo recordar que necesitaban durante unos meses alguna persona para el archivo. Creo haber entendido que estaban pasando a ordenador todos los documentos y necesitaban a alguien que les ayudase. Tal vez en el ayuntamiento te puedan informar.
-¡Oh! Pues muchísimas gracias, creo que podría estar bien... hoy mismo me pasaré a informarme.
-Pues nos vemos entonces por el pueblo, ya que veo que pasaras un tiempo por aquí...
-Encantada otra vez Ismael, y muchas gracias.
Ambos jóvenes siguieron su camino, y dejándolos atrás, con grandes expectativas por delante, seguí mis pasos hasta el hostal, deseando informarme sobre aquel puesto de trabajo.
***
-Sí, dígame... no señor Motos, aun no llegaron los permisos que solicito... sí, en cuanto lleguen le llamo... nada, nada, que tenga un buen día. Perdone, ya he terminado, ¿que deseabas?- Conocí a aquella mujer que acababa de colgar el teléfono y le atendía sonriente, era Sara, la chica del Correos.
-Venía a informarme sobre el puesto de ayudante en el archivo, me dijeron que buscaban a alguien, y me gustaría ofrecerme para el puesto.
-Muy bien, un momento que busque unos formularios que tiene que rellenar
Tras unos minutos consultando documentos en el despacho contiguo al mostrador de la recepción, vino con una carpeta de papeles, me la dio y me explicó un poco por en cima lo que querían que hiciese. Esos formularios serían entregados al director del archivo, el que evaluaría si estaba capacitada o no para ejercer ese puesto.
-Estoy alojada en el Hostal, dejo el teléfono de allí, ¿verdad?
-Sí,sí está bien no hay problema ninguno.
Acabe de rellenar los formularios, se los entregué a Sara y me despedí de ella. Ahora solo quedaba esperar...
***
Otra vez en el hostal, ya me sentía como en casa, tampoco me quedaba otro remedio por el momento, pero no me quejaba, mis anfitriones eran agradables, y el cuarto no estaba nada mal, no era muy grande, pero tampoco pequeño, luminoso, para que negar lo, siempre y cuando abriese las contras de las ventanas.
Un pequeño recibidor con una mesita arrimada a la pared, un jarrón de flores, siempre nuevas y frescas cada mañana le daban vida a la estancia, junto con un cuadro sobre el cabecero de la cama, con un bello paisaje marítimo del pueblo.
El cabecero de la cama era de forja dándole a la habitación un tono clásico aderezado con una mesa estilo inglés bajo una de las ventanas, una silla hecha con el mismo tipo de madera que la mesa y un espejo de cuerpo entero, junto al armario, adornado por unas pequeñas rosas talladas en las puertas iguales que las que tenía un amplio baúl que había junto a la cama, y un pequeño sillón junto al balcón.
Era un cuarto sencillo, pero confortable.
Dejé la chaqueta que llevaba puesta en el armario, tiré sobre la cama mi bolso y me senté delante d la mesa.
Hojeé los papeles que me habían dado, los guardé en uno d los cajones e intente sacar aquel pequeño cuaderno de hojas blancas que había utilizado como diario todo aquel tiempo, pero el cajón se había quedado enganchado, tiré de él, pero nada... así que intenté sacar el cajón de su sitio para ver si así después era mas sencillo meterlo y sacarlo de su lugar. Así hice y... en el momento en que estaba a punto de volver a colocarlo en su sitio, me di cuenta de que era un cajón algo extraño... parecía ser mucho más hondo de lo que realmente era. “Que extraño...” Lo vacié por completo de todas las cosas que había colocado días atrás, me parecía raro no haberme dado cuenta antes.
En la parte del fondo, la que no se solía ver cuando estaba cerrado había una cuerda, y como si tuviese un cartel que pusiese “tira de aquí”, eso hice, tiré, y se desprendió una tapa de madera del tamaño del cajón. La dejé en un lado y miré en el fondo del cajón y... para mi sorpresa, había algo... lo cogí.