viernes, 25 de febrero de 2011

Capítulo 4

Caminaba apurada por las calles, no tenía prisa, pero tampoco quería pasar el día deambulando sin rumbo, era hora de poner las cosas claras, no podía seguir manteniendo me con mis ahorros, bueno, poder podría, pero no me servía de nada pasarme allí el día, mirando por la ventana del bar, o paseando por las callejuelas, o yendo me a mirar el océano al puerto, todo aquel tiempo había estado muy bien, me había ayudado a poner muchas cosas en claro y a tomar una decisión, me quedaría allí, tal vez poco tiempo, pero mientras tanto, a parte de escribir mi historia, y huir de mis editores, tendría que trabajar, no sabía de que, mis estudios no parecían poder servir de mucho en aquel mundo, pero algo encontraría.

-¡Perdón!- me había vuelto a chocar, un día de estos tendría que aprender a mirar por donde caminaba. Levanté la vista y avergonzada volví a disculparme por segunda vez consecutiva, ante mi tenía a Miguel, pero... no estaba solo, junto a él había un chico, algo más bajo que el, rubio, de piel no excesivamente bronceada, de ojos verdes, realmente guapo.
-¿Por qué cada vez que nos encontramos tienes que atentar contra mi?
-Perdón, no miraba por donde iba.
-Ya me dí cuenta...
-¡Miguel! No seas así.- esta vez el que intervino era su amigo.- Siempre con tu mal humor... No le hagas mucho caso, este chico es un cascarrabias.- esta vez se dirigía a mi mirándome con aquellos ojos, sonriendo... - Por cierto, soy Ismael, encantado.- dijo tendiéndome una mano.
-Lucía, encantada, veo que tu amigo no te ha contagiado su desagradable mal humor.- dije mirando de reojo a Miguel, que fingió no haberme escuchado, mientras que su amigo reía a carcajada limpia.
-Bueno señorita, y... ¿a donde iba usted?
-Pues estaba pensando en ir a buscar un trabajo, no puedo seguir estando sin hacer nada.
-¡Ah! Pues te has chocado con las personas adecuadas, yo trabajo en el puerto, y Miguel, como ya sabes en la taberna, nos solemos enterar de ese tipo de cosas. ¿En qué tipo de trabajo estabas pensando?
-Pues... no tenía nada en mente pero... tengo estudios de Filología.
-Una universitaria... pues... creo recordar que necesitaban durante unos meses alguna persona para el archivo. Creo haber entendido que estaban pasando a ordenador todos los documentos y necesitaban a alguien que les ayudase. Tal vez en el ayuntamiento te puedan informar.
-¡Oh! Pues muchísimas gracias, creo que podría estar bien... hoy mismo me pasaré a informarme.
-Pues nos vemos entonces por el pueblo, ya que veo que pasaras un tiempo por aquí...
-Encantada otra vez Ismael, y muchas gracias.

Ambos jóvenes siguieron su camino, y dejándolos atrás, con grandes expectativas por delante, seguí mis pasos hasta el hostal, deseando informarme sobre aquel puesto de trabajo.

***
-Sí, dígame... no señor Motos, aun no llegaron los permisos que solicito... sí, en cuanto lleguen le llamo... nada, nada, que tenga un buen día. Perdone, ya he terminado, ¿que deseabas?- Conocí a aquella mujer que acababa de colgar el teléfono y le atendía sonriente, era Sara, la chica del Correos.
-Venía a informarme sobre el puesto de ayudante en el archivo, me dijeron que buscaban a alguien, y me gustaría ofrecerme para el puesto.
-Muy bien, un momento que busque unos formularios que tiene que rellenar
Tras unos minutos consultando documentos en el despacho contiguo al mostrador de la recepción, vino con una carpeta de papeles, me la dio y me explicó un poco por en cima lo que querían que hiciese. Esos formularios serían entregados al director del archivo, el que evaluaría si estaba capacitada o no para ejercer ese puesto.
-Estoy alojada en el Hostal, dejo el teléfono de allí, ¿verdad?
-Sí,sí está bien no hay problema ninguno.
Acabe de rellenar los formularios, se los entregué a Sara y me despedí de ella. Ahora solo quedaba esperar...

***
Otra vez en el hostal, ya me sentía como en casa, tampoco me quedaba otro remedio por el momento, pero no me quejaba, mis anfitriones eran agradables, y el cuarto no estaba nada mal, no era muy grande, pero tampoco pequeño, luminoso, para que negar lo, siempre y cuando abriese las contras de las ventanas.
Un pequeño recibidor con una mesita arrimada a la pared, un jarrón de flores, siempre nuevas y frescas cada mañana le daban vida a la estancia, junto con un cuadro sobre el cabecero de la cama, con un bello paisaje marítimo del pueblo.
El cabecero de la cama era de forja dándole a la habitación un tono clásico aderezado con una mesa estilo inglés bajo una de las ventanas, una silla hecha con el mismo tipo de madera que la mesa y un espejo de cuerpo entero, junto al armario, adornado por unas pequeñas rosas talladas en las puertas iguales que las que tenía un amplio baúl que había junto a la cama, y un pequeño sillón junto al balcón.
Era un cuarto sencillo, pero confortable.


Dejé la chaqueta que llevaba puesta en el armario, tiré sobre la cama mi bolso y me senté delante d la mesa.
Hojeé los papeles que me habían dado, los guardé en uno d los cajones e intente sacar aquel pequeño cuaderno de hojas blancas que había utilizado como diario todo aquel tiempo, pero el cajón se había quedado enganchado, tiré de él, pero nada... así que intenté sacar el cajón de su sitio para ver si así después era mas sencillo meterlo y sacarlo de su lugar. Así hice y... en el momento en que estaba a punto de volver a colocarlo en su sitio, me di cuenta de que era un cajón algo extraño... parecía ser mucho más hondo de lo que realmente era. “Que extraño...” Lo vacié por completo de todas las cosas que había colocado días atrás, me parecía raro no haberme dado cuenta antes.
En la parte del fondo, la que no se solía ver cuando estaba cerrado había una cuerda, y como si tuviese un cartel que pusiese “tira de aquí”, eso hice, tiré, y se desprendió una tapa de madera del tamaño del cajón. La dejé en un lado y miré en el fondo del cajón y... para mi sorpresa, había algo... lo cogí.

viernes, 18 de febrero de 2011

Capítulo 3

Las mañanas se alzaban grandiosas con los rayos del alba. Como a diario me preparaba para dar vueltas por la zona y bajé a desayunar.

Al rato de salir a dar una vuelta tomé una decisión, a pesar de querer estar sola no podía seguir alargando aquellas circunstancias, era momento de hacer conocer mi paradero. Me preguntaba si se habían preocupado algo por mi, esa duda me acompañaba. Sería agradable que lo hiciesen, pero... teniendo en cuenta las circunstancias de como me fui, lo mas probable era que no.

Subí por una de las callejuelas del pueblo, aquellas que tan bien me había llegado a conocer en tan solo cinco días que llevaba en la zona. Recordaba haber visto un Correos, sería bueno mandarles una carta o bien, en su defecto, un telegrama. Me seguía pareciendo extraño usar aquellos medios de comunicación, en pleno siglo veintiuno y ni siquiera el Internet había llegado. Podía llamar, era bien consciente pero... prefería aquellos medios, no deseaba irme de allí, y, era posible que tras conocer mi paradero me lo exigiesen, sobre todo mis editores, que prácticamente controlaban más mi vida que yo misma, ese pensamiento estuvo a punto de re traerme, pero no, dejé mis temores atrás, ya no era una niña pequeña, era el momento de encararme, y ya no me quedaba otra opción, ya estaba dentro del establecimiento.

-Buenos días.- me saludó un amable joven con una amplia sonrisa. Debía de ser poco mayor que yo, alto, rubio, con los ojos castaños y de piel morena. Cualquier chica se quedaría tonta mirándolo.
-Buenos días, venía a mandar un telegrama.- No hizo falta decir nada más, me tendió una hoja y un bolígrafo.
-Por favor escribe aquí lo que quieras que ponga, y recuerda que tiene que ser corto.


Precisamente corto no era todo lo que podía contar, pero pensé que era mejor resumir a fin de cuentas, lo que precisamente quería era alejarme.

Estoy bien, no os preocupéis, estoy alojada en el hostal de la Marineda. Proyecto en marcha. Sabréis más de mi, os mantendré informados.”

El chico tecleó en el aparato lo que había redactado. Tras presentase charlo un poco conmigo. La gente de aquel lugar era muy amable, aunque era bien consciente de que la mayor parte de la gente lo hacía por mera curiosidad. Estábamos en medio de una animada conversación cuando la puerta se abrió, una muchacha se asomó por la puerta y saludó animosa al dependiente.

-Buenos días Sara, ¿más papeles de tu padre?
-Sí César, dice que estos son para Madrid y el resto como siempre.- Iba dejando los documentos sobre el mostrador, y me di cuenta de que el joven estaba ocupado.
-Yo me voy yendo, que se hace tarde, muchas gracias.
-Nada nada encantado.

Abandoné el establecimiento y dejé a los dos jóvenes charlando.

-Es la extranjera ¿verdad?
-Eso parece.
-¿Ha escrito?
-No, fue un telegrama.
-Y ¿qué?
-¿Qué de que..?
-¿Se queda mucho tiempo? ¿se va?.. ¿que hace aquí?
-Sara... no puedo contar esas cosas....
-Venga... haz una excepción.
-Bueno... solo se que está con un proyecto entre manos.
-¿Un proyecto?
-Eso parece, no se más.

viernes, 11 de febrero de 2011

Capítulo 2

Sentada junto al ventanal, mirando a la nada... el inmenso océano se alzaba ante mi. Hacía tiempo que no podía mantener los pies en la Tierra mucho tiempo... miles de recuerdos y pensamientos me acompañaban a todos lados. Una taza de café se enfriaba entre mis manos, sin apenas darle un sorbo. A pesar del pequeño bullicio que se había formado, yo seguía ensimismada, en mis mundos.

" - ¡Mira Luci!- La niña de la melena rubia me acercaba a la cara un horrible cangrejo... aquellos bichos que te amenazaban con pinzas pensando que eran superiores por tenerlas, y en cambio más de la mitad acababan en el plato.... umm cangrejo se me ha levantando el hambre....
-Aleja eso de mi...- la niña reía, y salió corriendo por la playa, y yo tras ella...."


-¡Andrés, ponme lo de siempre!- Un hombre mayor entró por la puerta, en los dos días que llevaba allí nunca lo había visto, y eso que practica mente ya conocía, al menos de vista, a todos los vecinos.
-¡Ya va!- Andrés desapareció en la cocina y minutos mas tarde Miguel, su antipático hijo, que llevaba días ignorandola, tan solo dirigiéndole la palabra para preguntarme que deseaba.

El hombre se sentó en una pequeña mesa frente a la ventana, justo al lado de la mía, y allí esperó a que le sirviesen. Por ese tiempo abandoné mis mundos y me centre en el sujeto, había llamado mi atención. Pocas veces te puedes encontrar  aun hombre con aquel plante, a pesar de no ser precisamente joven, mostraba un espíritu jovial. Sostenía entre sus manos un grueso libro, a aquella distancia no era capaz de distinguir el nombre del autor, pero se notaba cuan interesante era, ya que no apartaba la vista de él. Tan solo levantó un segundo la mirada, y fue en el mismo instante en que se percató de que no le quitaba los ojos de encima... avergonzada disimulé mirando para otra parte pero... a pesar de mis esfuerzos aquello desembocó en una conversación.

-Bonito día ¿verdad?- yo asentí mirando otra vez por el amplio ventanal.- Tu debes de ser la famosa joven que llegó hace unos días... ultima mente  eres famosa en el pueblo, encantado soy Julián.- dijo a la vez que se levantaba y se sentaba en frente mía. 
-Sí, soy yo... encantada yo también, soy Lucía.- Estaba vergonzosa, no sabía de que hablarle, pero a la vez no quería quedar de mal educada. Pero el hombre me facilitó la cosa.
-¿Y que te trae por estas tierras?- Por mi mente cruzaron varias respuestas... huir de mi vida real... tener un poco de aventuras.... pero elegí la respuesta más rápida y sencilla, con la que tendría que dar menos explicaciones.
-Soy escritora, buscaba un lugar en el que inspirarme.- Mi oidor me miró, no dijo una sola palabra pero su mirada reflejo un pequeño chispazo e interés fortuito, pero no dijo nada, tan solo miró por la ventana y guardó silencio. Yo hice lo mismo, no sabía de que hablar, y, siguiendo consejos que me habían dado antes, decidí que, si no sabes que decir, mejor calla.

Los minutos pasaron, ya era tarde, la noche entró y la gente empezaba a retirarse, miré mi reloj, las once y media... no sabía a que hora cerraban la taberna pero decidí que era buena idea ir retirándome, no quería dar mas trabajos a mis anfitriones. Me levanté y me despedí de Julián que no había vuelto a ocupar su mesa, a pesar de no darnos conversación la compañía siempre era agradable. Pagué mi cuenta y me retiré dando antes las buenas noches a Andrés que me contestó amablemente como de costumbre, mientras que su hijo desde la parte trasera de la cocina ni se dignó a despedirse. Seguía reuniéndosela guardada y sabía que un día de estos se la devolvería. 
Otro día más en aquel pequeño pueblo, y cada vez me daba más cuenta de que irme de aquel lugar iba a ser difícil. Estaba teniendo un tiempo para poder pensar, olvidar, repasar mis errores... todo aquello que había pasado... 
Subí a mi cuarto, que a lo largo de aquellos días me había acogido agradablemente, como mi propio hogar que ahora era. Un día de estos comenzaría mi trabajo. Las sabanas me acogieron, y tras visualizar mis últimos pensamientos, caí rendida en las manos de Morfeo. 

"-¡Corre Luci, corre!.... seguía viendo aquella melena rubia agitandose en el aire... corriendo a lo largo de la playa.... pero todo tornó en oscuridad, sombras y de fondo se oían unos llantos desesperados...los mios"

viernes, 4 de febrero de 2011

Capítulo 1

Mi primer día en el pueblo pasó con la tranquilidad propia del lugar. En aquellos momentos, yo era la comidilla del pueblo, todos los temas de conversación giraban sobre la  fortuita llegada de una joven extranjera al pueblo. Sus miradas acosadoras eran incesantes y no parecían mostrar recelo alguno a que me percatase. Solo Dios sabe cuantos cientos de  historias se habrían formado en sus mentes. Practica mente ya estaba instalada, tan solo un poco mas de orden y ya estaría como en casa.  Pasarían tan solo un par de horas desde mi llegada al lugar, pero tenía un hambre voraz, no había comido nada desde hacía horas. Decidí buscar un lugar donde almorzar, y recordé instantáneamente la taberna contigua al hostal. Una vez allí ocupé una mesa junto a la ventana y.. distraida esperé a que viniesen a preguntarme que quería. Poco tiempo hizo falta ya que apenas había gente en la taberna,  y un hombre se acercó a mi.

-¿Tu eres la extranjera verdad?- Asentí con una sonrisa.- Encantado mi nombre es Andrés, María es mi esposa, ya me avisó de tu llegada, precisamente te he preparado un plato típico de la zona, especialidad de la casa.

El hombre muy servicial y amable no tardó nada en traerme el exquisito manjar, que me devolvió la vida. Era un hombre amable, y muy charlatán, no hizo falta mas de diez minutos para que cogiese confianza, y en ese tiempo me relató historias del lugar, leyendas conocidas y unas cuantas anécdotas sucedidas en la propia taberna. Pasando los minutos comenzó a llegar gente, y el hombre tuvo que volver a su puesto de trabajo, prometiendo mas historias para la próxima vez.
La vida propia del lugar comenzó a surgir, un grupo de hombres que se juntaban todas las tardes, siempre en su mesa de toda la vida, jugaban sus cartas y charlaban y reían con voz en cuello, disfrutando y recordando los momentos vividos y por vivir. Poca mas gente había, pero era normal en un pueblo tan pequeño. Una tropel de mujeres mayores entró por la puerta y se sentó en una de las mesas que había a mi lado, junto a la ventana, pidieron un café para cada una y se pusieron a charlar animad amente. Sin duda hoy tendrían tema de sobra sobre el cual cotillear. Como bien sabe uno en todo pueblo siempre hay el típico grupo de abuelitas cotillas, que no pueden evitar interesarse mas por los males y bienes ajenos que los propios, poniendo siempre bien atento el oído por si acaso a alguien cuenta algo, discusiones dentro de la familia, amoríos de jóvenes y no tan jóvenes... cualquier cosa valdría. Pero no hacía falta ser una de estas mujeres para querer conocer información, ya que en cada uno d nosotros siempre hay esa pequeña vena curiosa que salta cuando menos nos hace falta. Allí me mantuve en mis ensoñaciones, prestando toda la atención posible para poder distinguir algún resto de su conversión, pero era inútil, esas mujeres ya estaban entrenadas para ello.



Recogí mis cosas y entretenida mirando por el amplio ventanal y ensimismada con las preciosas vistas, me dirigí a la puerta anexa al hostal, sin poner apenas la vista en lo que hacía, tal fue mi suerte que choqué de bruces con una persona que entraba en la taberna, me disponía a disculparme cuando levanté la vista y vi junto a mi a un joven no mucho mayor que yo, de piel morena, pelo castaño oscuro y los ojos marrones. Iba cargado con un par de cajas de latas de conservas y un par de estas terminaron por los suelos, montando un gran alboroto y causando la llamada de atención de los allí presentes, poniendo sus vistas fijas en nosotros, no tuve tiempo a reaccionar, sino que directa mente me agache a recoger lo que había tirado. Prepare rápidamente un discurso de disculpa en mi mente, pero no tuve tiempo a mencionar palabra ya que el joven se me adelantó:

-Hay que tener mas cuidado y mirar por donde se va.
-Bueno... perdón, no me fijé por donde iba...
-Ya me di cuenta, hay que poner de vez en cuando los pies en la tierra - Dijo únicamente y siguió su camino adentrándose en la taberna y pasando a la parte trasera de la barra... dejando las cajas en el suelo.

Nunca entenderé porque la gente se ponía así por simples accidentes, tal vez se despertaban a diario con el pié equivocado, pero yo no tenía la culpa, eso lo tenía muy claro, desde ese mismo momento me propuse devolverle ese ataque al joven.

-Espero que lo perdones, no lo hace con mala intención, Miguel  tiene un carácter... complicado... siempre ha sido un niño muy complicado.
-Pues tendrían que haberle enseñado que la gente no tiene la culpa de sus problemas.
-Bueno... en realidad tienes razón...pero..... hacemos lo que podemos.- dijo la mujer con una sonrisa perdonadora. Avergonzada me di cuenta de mi metedura de pata... su hijo... quien lo diría... no parecía para nada su hijo... ­-Tranquila, no pasa nada, entiendo que estés molesta. Bueno tengo muchas cosas que hacer.

La mujer se adentró en la taberna y yo me quedé allí, sola analizando lo pasado... "esto no va a quedar así"